Canadá se vuelve magnético cuando el verano cede su lugar a los colores intensos del otoño y a la magia invernal que pronto lo sigue. Es en esta transición cuando los paisajes canadienses alcanzan su máxima expresión: dorados que cubren las montañas, cielos púrpura iluminados por auroras y campos de hielo que parecen sacados de otra era.
Por esta razón y si planeas una escapada sofisticada y fuera de lo común, estas tres experiencias son esenciales para vivir lo mejor de Canadá entre septiembre y diciembre.
¿Qué hacer en Canadá durante el otoño e invierno?
1. Columbia Icefield: un viaje al corazón del hielo eterno
En las profundidades de las Montañas Rocallosas de Alberta, entre Banff y Jasper, se encuentra uno de los paisajes más sublimes del hemisferio norte: Columbia Icefield, un campo de hielo de más de 10 mil años de antigüedad y uno de los más extensos al sur del Círculo Polar Ártico. Esta joya natural es el punto de partida para una de las aventuras más memorables del otoño canadiense: la Columbia Icefield Glacier Adventure.
La travesía comienza en el Glacier Discovery Centre, donde exhibiciones interactivas, una tienda boutique y un restaurante con vista panorámica preparan el ambiente. Desde aquí, abordarás un Ice Explorer, un vehículo todoterreno colosal que cruza glaciares y montañas rumbo al icónico Athabasca Glacier, uno de los más accesibles y fotografiados de Norteamérica. Una vez sobre el hielo, podrás caminar entre grietas azules, tocar su superficie ancestral y, si el clima lo permite, probar el agua pura de una corriente glacial.
La experiencia no termina ahí. A solo unos minutos, el Columbia Icefield Skywalk se eleva a 280 metros sobre el valle Sunwapta: una pasarela de cristal con vistas de 360 grados a las montañas cubiertas de tonos ocres y rojizos del otoño, cascadas cristalinas y la vida silvestre en movimiento. Para quienes buscan una inmersión total, el Ultimate Columbia Icefield Experience ofrece noches en el Glacier View Lodge, cócteles de autor, visitas privadas y una atmósfera íntima que redefine el lujo en la naturaleza.

2. Île d’Orléans: sabores, historia y el arte de vivir despacio
A solo 15 minutos de la ciudad de Quebec, cruzar el Pont de l’Île es entrar a otro ritmo de vida. En Île d’Orléans, la cadencia del otoño se siente en cada huerto, en cada sorbo de sidra, en cada conversación con los productores que han hecho de esta isla un destino gourmet por excelencia. Aquí, los manzanares perfuman el aire, las uvas maduran con vistas al río St. Lawrence y los pueblos parecen salidos de una postal.
La isla está formada por seis encantadores pueblos. Sainte-Pétronille, al sur, ofrece panorámicas únicas de la Cascada Montmorency y copas de vino local frente al río. En Saint-Laurent, las granjas te invitan a recolectar fresas y probar las mermeladas artesanales de Confiturerie Tigidou. En Saint-Jean, el legado marinero se descubre entre casas históricas y el refinamiento de Du Capitaine, un espacio dedicado a licores de autor.
Saint-François sorprende con un mirador que enmarca islas ocultas entre nieblas matinales, mientras que Sainte-Famillees puro encanto rural con campos de manzanos a cada paso. En Saint-Pierre, el más cercano al puente, cafeterías, panaderías y boutiques gourmet —como Domaine Steinbach o la premiada Cider House and Distillery Verger Bilodeau— invitan a quedarse, probar y descubrir los matices de la sidra de hielo y los sabores del maple.
Para explorar a tu ritmo, descarga la app LITTORAL – Las Constelaciones de Île d’Orléans, que guía tu recorrido con relatos locales y rutas autoguiadas.

3. Auroras boreales desde una canoa en los Territorios del Noroeste
Observar una aurora boreal es un espectáculo en sí mismo. Pero hacerlo mientras remas por el Great Slave Lake, con su reflejo multiplicado en las aguas oscuras y silenciosas, es una experiencia profundamente transformadora. En los Territorios del Noroeste, donde el cielo se ilumina hasta 240 noches al año, el otoño es el momento ideal para vivir esta experiencia íntima y mística.
La jornada comienza con una caminata por la tundra teñida de rojo y amarillo, seguida por una fogata y una charla con guías locales que comparten el significado espiritual de las luces para las Primeras Naciones. Luego, llega el momento de subir a una canoa y deslizarse por el lago, mientras el cielo comienza a danzar con verdes, violetas y destellos que parecen salidos de otro mundo.
Operadores como Yellow Dog Lodge ofrecen excursiones completas con guías expertos, mantas térmicas, bebidas calientes y relatos ancestrales que dotan de alma a este fenómeno astronómico.
Ya sea sobre un glaciar milenario, entre huertos de manzanas o bajo un cielo pintado de auroras, el otoño-invierno en Canadá no solo ofrece paisajes de postal: ofrece experiencias que se viven con todos los sentidos. Para los viajeros exigentes, es un destino donde la naturaleza se combina con el lujo, la historia y la emoción.
