Para muchos, la parte más emocionante de un viaje en avión es el momento de despegar, esa fuerza que empuja hacia atrás en el asiento mientras la aeronave se eleva. Para otros, es el suave toque de las ruedas al aterrizar en un nuevo y exótico destino. Sin embargo, para los pilotos y expertos en aviación, estos dos momentos no son solo el inicio y el fin de un trayecto; son las fases más críticas y complejas de todo el vuelo. ¿Por qué son tan peligrosos y, de los dos, cuál representa el mayor riesgo? La respuesta a esta pregunta nos lleva a entender la danza precisa de física, tecnología y destreza humana que ocurre en cada vuelo.
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Despegar: una carrera contra el tiempo y la física
El despegue es, en esencia, un desafío a la gravedad. Un avión, que puede pesar cientos de toneladas, debe alcanzar una velocidad y un ángulo de ataque perfectos para generar la sustentación necesaria que lo eleve. Este proceso, que dura apenas unos segundos o minutos, es una coreografía de precisión. El piloto debe monitorear y controlar una enorme cantidad de variables:
- Velocidad crítica: La aeronave debe alcanzar la velocidad de decisión (V1) y la velocidad de rotación (Vr) de manera impecable. Si algo sale mal después de V1, el piloto debe continuar con el despegue, ya que no hay suficiente pista para detenerse de forma segura.
- Factores externos: El viento, la densidad del aire, la temperatura, el peso del avión y el estado de la pista (si está mojada o helada) son factores que pueden influir significativamente. Un error en los cálculos de rendimiento puede tener consecuencias catastróficas.
- Falla de motor: Aunque los aviones modernos son extremadamente fiables, un fallo en el motor durante esta fase es una de las emergencias más graves. El piloto tiene un tiempo mínimo para reaccionar y seguir los procedimientos de emergencia.
- Los accidentes en el despegue suelen ser de alta velocidad e impacto, y son un recordatorio de lo poco que se puede hacer una vez que las cosas van mal en el aire. La energía cinética acumulada hace que cualquier incidente sea potencialmente devastador.

Aterrizar: una aproximación de alta precisión
El aterrizaje es el reverso del despegue, un proceso de desaceleración y control gradual. Aunque puede parecer menos dramático, es igualmente, o incluso más, complejo. El piloto debe coordinar la velocidad, el descenso, el ángulo de aproximación y la alineación con la pista.
- Condiciones climáticas: Las turbulencias, los vientos cruzados o una visibilidad limitada pueden convertir un aterrizaje rutinario en un desafío. Un repentino cambio en la dirección del viento puede desestabilizar la aeronave en los momentos finales.
- Error humano: El aterrizaje requiere una gran destreza y juicio. Un enfoque demasiado alto o bajo, una velocidad incorrecta o una reacción tardía a las condiciones cambiantes pueden llevar a un “aterrizaje duro” (demasiado brusco) o, en el peor de los casos, a salirse de la pista.
- Problemas mecánicos: Aunque es raro, un fallo en el tren de aterrizaje o en los flaps puede complicar enormemente la fase final del vuelo.

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¿Cuál es más peligroso?
Las estadísticas de seguridad aérea lo demuestran: el aterrizaje es, en general, más peligroso que el despegue. Aunque ambos momentos concentran la mayoría de los accidentes, un análisis del 2024 de la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA) señala que los incidentes fatales y graves ocurren con mayor frecuencia durante el aterrizaje y la aproximación final.
¿Por qué? Porque en la fase final del vuelo, el avión se encuentra más vulnerable. Está a baja altitud, con una velocidad reducida, lo que le da al piloto menos tiempo y espacio para corregir cualquier problema. Un error en el aterrizaje a menudo deja muy pocas opciones. En contraste, durante el despegue, el piloto tiene la ventaja de una pista larga para abortar la operación si los parámetros no son los correctos.
Estos momentos críticos, que a menudo pasamos por alto mientras disfrutamos de una película o leemos un libro, son una demostración de la tecnología y la pericia humana en su máxima expresión. Comprender los desafíos del despegue y el aterrizaje no solo aumenta el respeto por la labor de los pilotos, sino que también nos recuerda por qué, a pesar de los riesgos, volar sigue siendo una de las formas de transporte más seguras de la historia.